Una gran tristeza sentía pulguita cada vez que iba has la playa vestida de muñeca a entretener a los niños. La historia de su vida es muy triste, ya había quedado huerfana a los cinco años de edad cuando murió su madre, su padre nunca llegó a conocerla y quedo al cuidado de una vecina, quien ya muy anciana también murió dejando a la pulguita completamente sola, en una inmensa casa. Para ganarse la vida pulguita ejerció diferentes oficios, desde ayudante de albañil, limpiadora de autos, mesonera, hasta que conoció al cara de mono, quien trabajaba en un circo y logró convencer a pulguita para que se vistiera de muñeca. Pronto creció la amistad entre los dos amigos pero el cara de mono tenia malas mañas y fue botado del circo por ladrón. Cuatro largos meses trabajo pulguita en el circo y le gustaba ejercer el oficio de muñeca hasta el punto de que la dueña del circo le propuso que los acompañara en una gira por otros países, pero pulguita no acepto y prefirió quedarse en la ciudad y trabajar de muñeca en la playa, en donde además de entretener a los niños, vendía bebidas y quilombos. Pronto se hizo muy popular y todos los habitantes la respetaban y la querían. Pero el destino le tenía preparada una sorpresa, una tarde regreso ala ciudad su amigo delincuente el cara de mono, ambos se encontraron en la playa, charlaron por largo rato recordando la vieja amistad que los unía. Sin embargo a pulguita le llamó la atención lo descuidado y barbudo que estaba el cara de mono, tenía grandes marcas de cortaduras en los brazos. Al llegar la noche cada quien agarró su camino. En la soledad de una habitación que el cara de mono había alquilado, preparaba sus fechorías, tenía un plan, había decidido robar el banco de la ciudad, para lo cual se vestiría de muñeca y así lo confundirían con pulguita y podría escaparse. Pasaron unos días y como de costumbre la muñeca pulguita salía todas las tardes a la playa a entretener a los niños, le extraño no ver a su amigo el cara de mono sentado en los bancos de madera. Un día un gran alboroto se escuchó por los lados de la playa, las sirenas de la policía sonaba contantemente y las personas gritaban: ¡Han robado el banco!... ¡Han robado el banco!. Los clientes que estaban en el banco comentaban que vieron a una muñeca con pistola en mano atracar la taquilla. Inmediatamente la policía fue informada y por sospecha se trasladaron a la casa de la muñeca pulguita, quien sorprendida en ropa interior, fue sacada esposada y trasladada a la Comisaria. La joven llena de vergüenza lloraba y no lograba pronunciar palabras, las lágrimas cubrían su rostro. Una semana tenia la muñeca pulguita, presa en los calabozos de la Comisaria, cuando se presentó una señora quien fue testigo del robo y acudió al reconocimiento del indiciado. Al mirar a través del espejo, la dama noto un hecho curioso, el cual le había llamado la atención mientras estaba tirada boca abajo en el piso del banco, había logrado ver al delincuente, el cual tenia muchas marcas de cortaduras en los brazos y esta joven que le presentaban no tenia cicatrices ni cortaduras en los brazos. La policía tomó nota del relato y decidieron continuar con las investigaciones mientras pulguita continuaba presa y lloraba de su mala suerte. Transcurrió un mes y de un pueblo cercano llegó la noticia del atraco a un banco, pero esta vez el delincuente no tuvo tanta suerte y fue detenido. La policía procedió a revisar al delincuente y notaron que tenía muchas marcas y cicatrices en los brazos, lo cual coincidía con el relato de la señora en la Comisaria. Los posteriores interrogatorios determinaron que el delincuente detenido era la misma persona que vestido de muñeca había atracado el banco meses atrás. Comprobada la inocencia, la joven pulguita fue absuelta y salió de la cárcel. Al día siguiente muy sonriente acudió a la playa de la ciudad vestida de muñeca a entretener a los niños, de vez en cuando se sienta en los bancos de madera y les cuenta a las personas conocidas la experiencia vivida.
FIN.